El educador o la educadora: Pieza clave hacia la resiliencia

María de los Ángeles Agrinsoni Malavé, Ph.D.

La resiliencia nos permite afrontar, fortalecer, lanzarnos a y descubrir nuestras transformaciones para valorar y darnos cuenta de nuestro desarrollo. La educación y el aprendizaje, como procesos de vida, asumen estos mismos elementos. Por lo tanto, cuando hablamos de resiliencia, el aprender a aprender, aprender a ser y aprender a convivir cobra validez. Hoy, aprendemos algo; luego, lo desaprendemos o, de manera creativa, reorganizamos o adaptamos nuestro conocimiento para reaprenderlo, entender nuevas cosas y mostrarlo o enseñarlo a otros. Todo dependerá de las circunstancias o los factores, necesidades y particularidades que nos rodeen en ese momento determinado. Esta contextualización, desde la visión de una maestra o un maestro que fomenta la resiliencia adquiere visibilidad en cómo trabaja y estructura su enseñanza y sus prácticas, la manera en que organiza los contenidos que presenta, cómo desarrolla relaciones con la niñez y cómo organiza el ambiente emocional.

Uno de los factores fundamentales en la resiliencia lo constituyen las personas que se convierten en significativas o con las cuales desarrollamos vínculos sostenidos o permanentes. Las educadoras y los educadores de la niñez temprana pertenecen a ese importante núcleo, al ser parte del entorno resiliente de cada niño y niña. Esto ocurre cuando se reconocen y manifiestan como un instrumento esencial, o pieza clave, para desarrollar situaciones y proyectos, o al incitar, estimular y fomentar el descubrimiento, o redescubrimiento, del aprendizaje. Son las maestras y los maestros quienes avivan tanto la capacidad cognitiva como la emocional, en cualquier momento del desarrollo, para que la niñez valide sus fortalezas, se visualice y entienda apta para afrontar, deliberar, trazar rutas de acción, para decidirse o actuar.

Pensemos en el siguiente ejemplo. Julio es un bebé que ya gatea. Quiere pasar por un área donde hay una silla. Se sienta en el suelo; observa la silla y, con la mirada, busca a su maestra, Iris. Para manifestar su enojo y deseo de pasar, comienza a llorar. Iris lo atiende, comparte su atención con él y se baja a su nivel. Le extiende su mano. Comienza a hablarle. Sus palabras aluden a que Julio pueda calmarse, pueda sobrepasar el obstáctulo que representa la silla y, así, pueda continuar, respirar y utilizar todas las posibilidades de coordinación que su cuerpo ha alcanzado hasta ese momento. Y sucede que… Julio se va calmando. La maestra también demuestra calma y lo acompaña. Le habla, sonríe, lo llama con sus manos desde el otro lado de la silla, le guiña el ojo, lo ayuda un poco. Cuando Julio logra superar el contratiempo, Iris lo abraza, le levanta un brazo en señal de triunfo y celebra su acción. Tras esa primera vez, Julio quiso lograrlo una y otra vez, esperanzado en que, siempre, la maestra lo recibiera y celebrara con alegría. Así fue. Lo consiguió, al igual que otros bebés también lo lograron. “A veces basta con una… una maestra que con una frase devolvió [sic] la esperanza al niño, un monitor deportivo que le hizo comprender que las relaciones humanas podían ser fáciles…” (Cyrulnik, 2002, p. 214). 

Piensa en lo siguiente

¿Cuáles estrategias o factores utilizó la maestra con Julio? ¿Cuáles añadirías?

En cualquier momento de nuestra vida, podemos enfrentar obstáculos, como le sucedió a Julio. Las educadoras y los educadores de la niñez temprana estamos llamadas y llamados a reconocer la importancia que tiene favorecer un ambiente donde las niñas y los niños se fortalezcan, y apoyarles a construir estrategias para enfrentar la adversidad. Es decir, respardarles desde muy temprano a que actúen pensando que, ante un reto, pueden pensar y desarrollar estrategias para comprender lo que ocurre y actuar. Es ahí cuando decimos presente.

Una pregunta puede saltar a nuestra mente rápidamente: ¿Cómo se reconocen, en la literatura, los factores que ayudan a mis niños y niñas en su proceso de ser resilientes? Cyrulnik (2018) explica:

Para que el niño pueda adquirir los factores que le permitirán ser resiliente hay que transmitirle seguridad. […] También hace falta un entorno seguro estructurado por la madre y por alguien más, que puede ser el padre, la abuela, la guardería, el hogar familiar. Si el entorno seguro protege al bebé, al niño, cuando llega a la escuela, ya ha adquirido el placer de aprender, y la escuela será para él una aventura, un estrés, un pequeño miedo que será capaz de superar. (BBVA Aprendamos Juntos, 2018)

A través de otros escritos, el mismo autor señala que el factor para desarrollar seguridad es el apego familiar, el vínculo fuerte que se entreteje cada día mediante el diálogo, las palabras, los momentos de compartir, sonreír y enfadarse. Estos vínculos ayudan a las niñas y los niños a entender los gestos, los comportamientos y las acciones de las otras personas. La National Association for the Education of Young Children (NAEYC), en la sección de “Directrices para las Prácticas Apropiadas al desarrollo en acción”, de sus Prácticas Apropiadas al Desarrollo (2020) establece la importancia de que los educadores(as) cultiven “los vínculos con cada niño” y faciliten “el desarrollo de vínculos positivos entre los niños” (p. 15):

Los niños construyen su conocimiento del mundo a partir de los vínculos, mediante interacciones con otros miembros de la comunidad (adultos y pares). Así es como los educadores trabajan activamente para entablar sus propios vínculos con cada niño y para fomentar el desarrollo de los vínculos entre los niños. Los educadores han de buscar frecuentes oportunidades para mantener largas conversaciones con cada niño, incluso con los que hablan otro idioma, a través de interacciones verbales y no verbales. Las oportunidades de jugar juntos, colaborar en investigaciones y proyectos, y conversar con pares y con adultos expanden el desarrollo y el aprendizaje de los niños, actividades de las que todos los niños deberían poder participar, con apoyo, de ser necesario. (p. 15)

Como educadoras y educadores reflexivos, es vital pensar acerca de cómo podemos contribuir a que la niñez se mire al interior y descubra las maravillas que puede lograr. Pensar que la vida siempre puede volver a comenzar y sorprendernos es un hecho que nos hace descubrir un estado de bienestar desde nuestras capacidades.

Piensa en lo siguiente

Luego de continuar tu lectura, ¿qué otros factores añadirías a tu contestación del ejercicio anterior?

Compáralas con las ideas que te presentamos a continuación.

Como ya hemos planteado, es importante construir ambientes positivos para apoyar el proceso de resiliencia en esta etapa. El educador y la educadora deben establecer relaciones fructíferas donde exista aprecio, atención, aceptación, afecto y amor. Esto promoverá un clima cálido donde la niñez se sientan segura y amada para desenvolverse. A continuación, te presento algunas ideas para establecer un ambiente que promueva la resiliencia. Anímate a leerlas y pensar en cada una de ellas.

  • Acércate con aprecio. Ayuda a los niños y niñas a reflexionar acerca de valores y sentimientos, como la compasión, el coraje, el miedo, la angustia, la alegría, la amabilidad, la honestidad y la comprensión. Léeles literatura infantil auténtica. Para cada situación existe una historia que les puede ayudar a entender mejor sus sentimientos.
  • Observa con atención y dedica tiempo para conocer a cada niño y niña por su nombre. Juega con todas y todos. Aplaude y utiliza palabras de aliento para animar y celebrar sus intentos y logros. Escribe sus logros en una hoja de papel y colócalos en un lugar visible, que diga: ¡Todas y todos podemos!
  • Enseña y educa con afecto y amor. Cuando un niño o una niña tenga dificultad con una tarea, anímale, dile: “Veamos de qué otra manera lo podemos hacer.”
  • Habla con cariño, afecto y voz suave. Demuéstrales la importancia del afecto y el apoyo a través de abrazos, guiñadas, palmadas y asistencia diversa. Recuerda que un abrazo habla del calor humano y acerca de construir relaciones afectivas y positivas. Utiliza múltiples formas para ofrecerles atención a través del juego y el diálogo; escuchándolos.
  • Trabaja a favor de la empatía para que se sientan comprendidas y comprendidos, y deseen entender a los demás. Demuestra compasión cuando les ocurra algo.
  • Ríe con sus ocurrencias; el humor siempre es bueno. Toma en serio sus comentarios. De lo espontáneo salen las mejores ideas. En la asamblea o trabajos en grupo dales tiempo para que compartan sus ideas con los otros.
  • Convócales para que trabajen en proyectos, de manera que compartan materiales y espacios físicos con otros niños y niñas. Explícales que hay oportunidades y espacios para todos. Nunca excluyas a alguien de una actividad para que aprendan a aceptarse unos a otros.
  • Expresa gratitud y aprecio cuando terminen su trabajo o te ayuden en una tarea. Usa expresiones como: “Gracias, valoro cuanto me ayudaste. Eres un gran ayudante.”
  • Escucha y acompáñales ante sentimientos de miedo, angustia, tristeza o coraje. Demuéstrales que les entiendes. Ayúdales a identificar que otras personas tienen emociones igual que ellos y ellas.
  • Recuerda que tus palabras están cargadas de emociones y así las reciben, sienten, perciben y aprenden de ellas.

Piensa en tu rol de educador o educadora y reflexiona ante las siguientes afirmaciones:

En la figura, se observa a un educador y una educadora, sobre los cuales flota una imagen compuesta por cuatro globos que presentan las siguientes ideas. Desde el globo superior izquierdo y según las manecillas del reloj: (1) Puedo ayudar y contribuir para que los niños y las niñas se miren al interior y descubran las maravillosas cosas que pueden lograr. (2) ¡La vida siempre puede volver a comenzar y sorprendernos! Cada año, puedo trazar metas y practicas con la niñez la solidaridad y el empeño por aprender. Su proceso me indicará la ruta a seguir. (3) Podemos redescubrirnos y reinventar a través de lo que aprendemos. Cada situación tiene una moraleja que sirve para aprender. (4) Aprendemos de lo ocurrido. Las memorias siempre nos acompañarán. Podemos transformarlas una y otra vez. Siempre es válido recomenzar nuestra historia de manera diferente.

El currículo como proyecto activo para promover la resiliencia

El currículo es todo aquello que rodea a la niñez en el ámbito escolar. Representa más que simplemente un libro que nos señala la actividad del día o nos indica algo para hacer en la rutina de cuidado. El currículo abarca todas las experiencias que se establecen de manera organizada o espontáneamente, y que conforman la rutina. Incluye los espacios en que se mueven y cómo están organizados; las personas; la filosofía; las metas y objetivos que acompañan los procesos de enseñanza; los materiales; nuestras creencias, prejuicios y actitudes hacia la niñez, entre otros.

Nuestra idealización acerca de la niñez influenciará el trabajo que hacemos con ella. Por ejemplo, si mi pensamiento es el de: “Déjalo porque aún es chiquito y no sabe” o “Cállate, que estás muy chiquito para opinar”, estas ideas seguramente marcarán pauta en el currículo y definirán, de manera particular, lo que esperamos de ella.

Cuando comenzamos a plantearnos, desde el currículo, cómo apoyar y fomentar la resiliencia en los niños y niñas, somos conscientes de la importancia que tienen las experiencias para su desarrollo psicológico, socioafectivo y cultural. Se nos vuelca internamente un deseo por abrir espacios rutinarios para escuchar lo que sienten, desde la manifestación del llanto, los laleos, hasta escucharles emitir sus primeras palabras. Nos hacemos colaboradores y colaboradoras de todo lo que, por naturaleza, investigan, y les ofrecemos libertad para que se muevan con espontaneidad. Desarrollamos ambientes donde se les redirige con amor y se les entiende como constructores de conocimiento constante. Buscamos desarrollar relaciones seguras porque conocemos la importancia que tienen los vínculos afectivos en el desarrollo de la confianza, así como actuar con optimismo y seguridad. Celebramos sus fortalezas y les ayudamos a reconocer las de otras personas. Reímos, jugamos, cantamos, lloramos, sentimos y festejamos los logros individuales y colectivos. Nos conmueve una pasión de ayudarles a pensar que pueden tener logros en la vida sin importar las adversidades con las que se encuentren. Desarrollamos interés en ayudarles a descubrir que son capaces para investigar, pensar, repensar, construir y reconstruir. Y nuestro refranero popular cambia o se confirma: “es que saben más que las niguas”, “es que nacen sabiendo”.

Conocemos que, en la vida, todas y todos tenemos que enfrentar muchas situaciones. Lo mismo les sucede a los niños y las niñas. Entonces, debemos plantearnos desarrollar actividades curriculares que les acompañen en su proceso de crecimiento para que, en el momento de adversidad, puedan contar con la seguridad necesaria para superar cualquier situación. Se trata de apoyarles para que puedan mirar hacia adelante y continuar.
A continuación, destaco áreas en el currículo que podemos desarrollar basadas en la resiliencia. Leerás una afirmación numerada que representa a la niñez, que nos habla, seguida de alternativas para pensar y reflexionar.

La niñez necesita educadoras y educadores que le hagan sentir segura. Le favorece tener una visión de las personas adultas como recursos valiosos en los cuales pueda confiar. El ambiente se enriquece con relaciones saludables que fomentan una mirada positiva ante la vida.

  • Desarrolla un clima de apoyo afectivo y social validado por el respeto, la gratitud y el aprecio, complementado con buen humor y alegría. Esto es parte del desarrollo curricular.
  • Nútreles con expresiones de esperanza, pensamientos positivos y motivadores.
  • Acércate y háblales de manera que sientan tu cariño.
  • Valora a todas y todos. Descubre quiénes son, qué les gusta y cuáles son sus habilidades.
  • Aléjate del prejuicio y el discrimen. Piensa que ayudarás a cada cual a descubrir su potencial.
  • Modela trabajar con ilusión y positivismo.
  • Modela la asertividad. Enséñales frases de aceptación o rechazo, a decir: “Me gusta”, “No me gusta”, “Lo puedo intentar”, “Me duele”.
  • Recrea historias utilizando voces y expresiones faciales para que rían de manera sana.
  • Hagan chistes acerca de lo que leen. Por ejemplo, señalando una ilustración, puedes decir: “Imagina que por ahí viene Baldomero para hacernos cosquillas, como se las hace a él, la señora Rana”; cuando aparezca el personaje, hacemos cosquillas a los niños y las niñas. Usa cualquier libro en que los personajes hagan reír a otros. Este ejemplo es del libro Baldomero va a la escuela, de Alain Broutin y Frédéric Stehr (1999).
  • Vela por su salud y seguridad. Obsérvales con detenimiento. Ante cualquier cambio, dialoga con sus madres, padres o encargados, y acompáñales a identificar los recursos para su desarrollo.

Es importante ayudar a los niños y las niñas a reconocer cuando otras personas tienen dificultades, tristezas, miedos, para brindarles nuestra ayuda y comprensión. Hay que reconocer que es posible ayudarlas a sentirse mejor y tener esperanza. Háblales de la importancia de tejer vínculos que nos ayudan a tener amistades y sentir con ellas. Los amigos y las amigas nos acompañan en las buenas y en las malas.

  • En la rutina diaria, planifica para realizar tareas con sus pares. Eso les dará un indicador de que el trabajo en equipo es la regla del día.
  • Ayúdales a ser altruistas. Cuando alguien es altruista, intenta comprender, ayudar, ser empático o empática, dialogar y buscar soluciones junto con otras y otros.

Enséñales a los niños y las niñas a pensar sobre lo que aprendieron a través de sus desaciertos y a trazar un plan de cómo recomenzar. Ayúdales a dialogar sobre lo que les han ocurrido, a pensarlas y en cómo las harían de manera diferente; a ver las posibilidades e inspirarse en tomar decisiones basadas en valores y expectativas congruentes. Inspírales a pensar lo siguiente: “Yo puedo solucionar problemas y resolver conflictos de manera calmada y ayudar a otros a resolverlos con mi ejemplo y mi entusiasmo”.

  • Ayuda a los niños y las niñas a planificar, ordenar sus ideas, repensar en el proceso y comenzar.
  • Ayúdales a intentar otra vez si algo les sale mal. Que entiendan que es permitido fallar y volver a comenzar. Estimúlales a seguir tratando, con frases como: “Puedes intentarlo de nuevo. Podemos fallar; lo importante es volver a intentar. Hagámoslo juntas o juntos.” “¡Tú puedes!”, “¡Inténtalo!”, “¡Voy a ti!”, “¡Vamos a comenzar de nuevo!”. Ayúdales a reorganizarse mental y físicamente para comenzar nuevamente.
  • Cualquier tiempo es un buen momento para reiniciar aquello que no salió bien.
  • Piensa que los problemas y conflictos son parte de la vida. Por ello, las maestras y los maestros deben modelan el dar la cara a la adversidad para ayudar a la niñez a entender que posee la habilidad para trabajar situaciones que representen un reto.
  • Explícales que pueden ocurrir cosas positivas cuando trabajamos con empeño, esfuerzo y pasión. Si sucediera que no obtenemos el resultado esperado, aprendamos y reflexionemos sobre lo ocurrido para tomar otras decisiones.
  • Demuéstrales cómo sobrellevar dificultades de forma positiva y realista. Por ejemplo, si se rompe el material con el que jugaban, les puedes decir: “Lo podemos arreglar juntos”.
  • Hazles conscientes de que estás ahí para ayudarles a calmar sus sentimientos difíciles. Por ejemplo, enséñales a pensar en ideas o situaciones placenteras, tales como en su objeto de apego o su familia.
  • Ayúdales a practicar cómo ser pacientes.
  • Enséñales estrategias de respiración (inhalar y exhalar), y demuéstrales ejercicios corporales para calmarse y luego continuar.

El constructivismo involucra a las personas en el ambiente educativo como seres activos en continuo proceso de aprendizaje, lo que representa el desarrollo del pensamiento, la experimentación y la creación. Al apreciar sus trabajos observa lo que sus manos pudieron crear. Sé muy feliz al descubrir lo que han realizado y creado. Inspírate en lo que lograron y desarrolla nuevas alternativas para su proceso de aprendizaje.

  • Desarrolla actividades para resolver problemas y conflictos de manera creativa y asertiva. En la asamblea, dialoga con las niñas y los niños sobre las situaciones que les preocupan. Pregúntales y ayúdales a pensar en cómo resolverlo. Valora sus ideas en el diálogo.
  • Enséñales a disfrutar cada momento de la rutina. Pregúntales: “¿Cuál fue el momento más divertido del día (o de la semana)? ¿Qué fue lo que aprendiste o lograste?”
  • Involúcrales como actores principales de procesos y tareas. Haz que sus iniciativas sean parte del currículo. Descubre lo que les gusta; por ejemplo: los dinosaurios, los insectos, las plantas, los planetas, las nubes, los juguetes, sus familias, sus amigos y amigas. Identifica recursos y materiales que puedan utilizar.
  • Aprecia y estimula el desarrollo estético y el amor por la naturaleza. Invítales a tocar las plantas y los troncos, a observar el cielo; a disfrutar el juego con agua, a recortar, a realizar trabajos colectivos de manera espontánea o planificada según sus intereses.
  • Crea un área en el salón para trabajar con materiales reciclados. Esto puede ayudarles a entender que la naturaleza es resiliente.
  • Pregúntales dónde les gustaría que colocaras sus trabajos.
  • Ayúdales cuando modelan sus propias iniciativas, que les conducen a retos.
  • Cuidado con imponerles cargas pesadas que puedan frustrarles, con la excusa de ponerles a prueba. Por el contrario, al comenzar un tema o actividad, explícales que podrán entender, aprender y utilizar lo aprendido; que por difícil o fácil que les parezca, tu estarás allí para acompañarles.

Ayúdales a compartir y celebrar lo que los distingue como familia, así como apreciar y valorar su contexto sociocultural.

“…El hecho de que el desarrollo y el aprendizaje estén enmarcados en contextos socioculturales es válido para todas las personas. El contexto incluye tanto el propio contexto cultural (es decir, el complejo conjunto de formas de conocer el mundo que reflejan a la propia familia y a otros prestadores de cuidados, así como sus tradiciones y valores) y los contextos culturales más amplios, multifacéticos y transversales (por ej., sociales, raciales, económicos, históricos y políticos) en los que vivimos cada uno de nosotros.” (NAEYC, 2020)

  • Invita a las familias a compartir sus saberes con las niñas y los niños, y con otras familias; así se convierten en una comunidad de aprendizaje.
  • Cuéntales historias de personas resilientes. Invita a las familias a compartir historias de personas resilientes.
  • Háblales sobre el país y su gente.
  • Motiva a las familias a ofrecer ayuda comunitaria.
  • Inventa celebraciones basadas en hechos familiares o comunitarios. Por ejemplo, puedes realizar un “Día Culinario Internacional”. Si tienes estudiantes o familias de diversas culturas, mediante esta actividades, puedes invitarles a traer recetas de sus países. Si son del mismo país únicamente, pueden traer recetas que sean típicas por regiones. Coordina la actividad por estaciones, para que puedan exponer sus recetas y compartirlas para degustarlas. Convoca a las familias para integrarse directamente en la actividad. Invítenlas a crear su propio quiosco. Podrías añadirle el uso de vestimenta típica y compartir información acerca del lugar o la historia de la receta, así como hablar del proceso para confeccionarla y de los ingredientes. Esta actividad es parte del currículo de la Escuela Maternal de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, donde han realizado esta actividad de manera diversa, con la recreación de los quioscos de Loíza, una visita al Yunque o a la plaza del mercado.

La lectura es trascendental en la vida de los niños y las niñas. Lee todos los días con diversos propósitos: para jugar, crear un proyecto, estudiar un tema, reírse, compartir y divertirse. La razón de los procesos de la lectoescritura es dar sentido al mundo. Cuando esto se logra, la niñez entiende que el ambiente es un espacio para responder al diario vivir, a las historias y recrear lo que opinan y sienten en diversas formas: hablando, escribiendo, dibujando. Léeles historias en las que los personajes logran rebasar obstáculos de manera positiva.

  • Ten libros por todas partes.
  • Lee libros a las niñas y los niños sobre las cosas bellas de la vida, sobre personas que han logrado superar desafíos y cómo apreciar a otros.
  • Léeles cuentos infantiles sobre la confianza, la autovalía y el optimismo.
  • Invítales a que les lean a sus compañeros y compañeras.
  • Invita a que otras personas les lean frecuentemente.
  • Enfráscate en que comprendan lo leído y lo vivan. Esta es la base para, eventualmente, ser lectoras y lectores proficientes.

Periódicamente, planifica y evalúa retos para que todas y todos logren construir, desarrollar y manifestar conocimiento en las dimensiones social, emocional, expresiva y comunicativa, física-corporal (incluyendo movimiento), investigativa e intelectual. En las unidades, desarrolla proyectos continuos para conocer, entender y validar las preguntas que realiza la niñez.

  • Ayuda a las niñas y los niños a entender que estás con ellas y ellos para acompañarles en sus decisiones. Comunícales las alternativas que tienen. Por ejemplo: “¿Con cuál de estos tres juguetes te gustaría jugar?”, “¿A cuál área del salón quieres ir a trabajar?”, “Ese juguete, lo está usando otro compañero u otra compañera; vamos a preguntarle cómo podrían trabajar juntos”.
  • Las personas adultas les ayudan cuando modelan sus propias iniciativas, que les conducen a retos.
  • Enfatiza en la importancia de aprender a aprender.

Enséñales sobre las emociones y cómo manejarlas. Anímales a que comprendan que todo tiene solución, y que es posible evitar que lleguemos a situaciones difíciles mediante la reflexión.

“Necesitamos regularnos para asegurar que tenemos suficiente energía, estamos alerta y tenemos calma para lidiar con la vida diaria y el estrés. La autorregulación nos ayuda a manejar la desilusión, las preocupaciones y frustraciones de la vida.” (Best Start Resource Center, 2017, p. 9)

El manejo de las emociones es una destreza muy compleja. Los niños y las niñas deben aprender la importancia de desarrollar actos positivos y afirmativos tanto para sí como para la convivencia; qué conductas son culturalmente aceptables, concienciarse respecto a no negar sus sentimientos, controlar su conducta y aprender que tienen el poder de manejar sus emociones. Ayúdales a reflexionar y sintonizarse con sus ideas y emociones.

  • Explícales que está bien tener sentimientos fuertes, pero que no está bien herir o culpar a otras personas.
  • Ayúdales a pensar lo que enciende el botón del pánico, la tristeza, la angustia y el temor, y que este puede cambiarse por el botón del entusiasmo, el alivio, el desahogo, la esperanza y la calma.
  • Es válido sentir tristeza, molestia, frustración o enojo, pero no es válido agredir a otras personas con palabras o físicamente. Que impere la ley del amor, la solidaridad, el entendimiento y la reflexión. Esto les ayudará a resolver difi cultades.
  • Enséñales palabras para establecer buenas relaciones con los demás, como “por favor”, “gracias” y “préstame”.
  • Dialoga con ellas y ellos para ayudarles a resolver los conflictos, para que se amen, sientan orgullo de sí y sean optimistas.
  • Enséñales a ser pacientes y esperar con calma. Enséñales juegos para los dedos, canciones, rimas y poemas para entretenerse mientras esperan por algo.
  • Léeles cuentos infantiles que les den alternativas para redirigir su conducta.
  • Utiliza música suave en momentos de trabajo y descanso.
  • En el día a día, manifiesta la importancia de las artes, pero nunca por complacencia o agregado, o como un distractor o pasatiempo, sino desde el entendimiento de la importancia de las manifestaciones artísticas para el desarrollo estético, la mente, el saber, el desarrollo de la inteligencia, la vida y el equilibrio emocional.
  • El arte, en todas sus manifestaciones, debe estar presente en el salón: la escultura, la pintura, el grabado, la arquitectura, el mosaico, la talla, la música, entre otras. A través del trabajo artístico, la niñez hace conscientes a otras personas de sus preocupaciones y lo que representan. Las diversas manifestaciones artísticas son un medio para dejar salir heridas y nos ayudan a pensar en lo que podemos hacer con aquello que nos duele o afecta. Muchas veces, la niñez no cuenta con palabras para explicar lo que le ocurre. Sin embargo, el arte es un medio para representar sus ansiedades y neutralizar elementos negativos. Cuántas veces hemos observado que un niño o una niña tiene mucho coraje, y cuando jugamos con él o ella a crear una masa de plasticina o algún tipo de masa sensorial se disipa esa actitud de frustración, inquietud o trauma. Nos damos cuenta de que se calma, habla y nos mira de manera diferente. El “monstruo” en su interior toma otro rumbo y entra en control un cambio positivo de ánimo, que podríamos llamar esperanza. Eso se llama sanar. Por el contrario “si mi cultura (entre estos la escuela) o mi familia me hacen callar, sufriré, me encerraré en mí mismo y, un día el monstruo explotará”. Así que busquemos maneras para que los niños “no sufran en secreto” (BBVA Aprendamos Juntos, 2018).

Referencias

Broutin, A. & Stehr, F. (1999). Baldomero va a la escuela. Editorial Corimbo.

BBVA Aprendamos Juntos. (2018, diciembre 18). Versión Completa. Resiliencia: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Boris Cyrulnik. [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=_IugzPwpsyY

Best Start Resource Centre. (2017). Building resilience in young children. Best Start: Ontario’s Maternal, Newborn and Early Child Development Resource Centre. https:// resources.beststart.org/wp-content/uploads/2018/11/K35-E.pdf

National Association for the Education of Young Children (NAEYC). (2020). Prácticas apropiadas al desarrollo. Declaración de posición de NAEYC. https://www.naeyc.org/ sites/default/files/globally-shared/downloads/PDFs/resources/position-statements/ dap_ps_spanish.pdf

Uriarte, J. de D. (2006). Construir la resiliencia en la escuela. Revista de Psicodidáctica, 11(1), 7-23. https://www.redalyc.org/pdf/175/17514747002.pdf