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Lecciones que no se olvidan

Contribuyendo a construir la esperanza en la niñez y las familias

María de los Ángeles Agrinsoni-Malavé, Ph.D. &
Wanda Figueroa-Fuentes, Ph.D.

Dibujo que representa una figura paterna o materna con un infante en sus brazosSegún la literatura, los desastres, ya sean por causas naturales o humanas, tienen un efecto significativo en la salud y el bienestar emocional de la niñez (Madrid et al., 2009). Estos eventos catastróficos usualmente envuelven algún tipo de lesión, pérdida de vida o destrucción de la propiedad que ocasionan miedo, confusión e inseguridad. En los primeros años de vida de una persona, un evento como el Huracán María (Puerto Rico, 20 de septiembre de 2017) puede tener consecuencias que laceran su desarrollo emocional y, como resultado, puede manifestar ansiedad, miedo, depresión emocional, inseguridad, cambios en el carácter y la conducta.

En el caso de las y los infantes, un desastre puede alterar su rutina —como puede ser la hora de dormir y comer— o experimentar la ausencia de un ser querido. Como consecuencia, pueden regresar a etapas anteriores de su desarrollo, llorar y pedir abrazos con mayor frecuencia, expresar ira o experimentar gran ansiedad al separarse de sus familias o de quienes les cuidaban. Las y los preescolares pueden reaccionar expresando miedo, teniendo pesadillas, olvidando el uso del baño u orinarse en la ropa, sentirse inútiles, apegarse de forma más intensa a la gente adulta, y presentar episodios de ira y pataletas frecuentes.

Las características individuales, como la resiliencia y el temperamento, así como el nivel de apoyo social son factores que juegan un rol importante en el manejo del miedo y la ansiedad frente a un desastre durante la niñez. Asimismo, las personas adultas cumplen un rol central en la ayuda y el apoyo que les puedan brindar en el proceso de sanar y recuperar su estabilidad emocional (Kassow, 2006).

Es evidente que las personas adultas son el soporte y el apoyo de las niñas y los niños, que dependen de sus familias y de quienes les cuidan para sentir seguridad y suplir sus necesidades. Por lo tanto, es importante que quienes estén a su cargo entiendan las conductas que pueden presentar frente a una situación de crisis; es crucial que sientan fortaleza, y sean capaces de fomentar su desarrollo emocional y su bienestar. De ahí la necesidad de capacitar a las educadoras y los educadores, al igual que a las familias, para que puedan ofrecer lo que la niñez necesita para sanar, desarrollar sentido de esperanza y resiliencia ante un evento de tal naturaleza.

Entre las estrategias y actividades sugeridas que debe ofrecer tal capacitación está el énfasis en la comunicación. Con esta, las personas adultas pueden afirmarles a las niñas y niños que no todo está perdido, y que estamos aquí para cuidarles y cuidarnos entre unos a otros. Buscar vías para dialogar y comunicar nuestros sentimientos es vital para la supervivencia y hacer ajustes en nuestras vidas. Asimismo, son acciones esenciales y reconfortantes abrazarles y mantener contacto cercano con ellas y ellos, restablecer rutinas, hablar de los sentimientos, darles tareas para que se sientan involucradas e involucrados en el proceso de recuperación, minimizar la exposición a los medios de comunicación sensacionalistas o las noticias impactantes, jugar con sus amistades, y considerar la escuela y la familia como una red de apoyo. Fomentar la comunicación sobre lo sucedido por medio del diálogo y la narrativa (pictórica, fotográfica y escrita) ayuda a que comprendan por qué suceden estos fenómenos y sus consecuencias, los planes que debemos tener para garantizar la seguridad y la forma en que recuperamos nuestras vidas.

Contexto histórico

En septiembre de 2017, Puerto Rico recibió el embate de los huracanes Irma y María. El primero de ellos, Irma, se movió cerca de la costa nororiental durante el día 6, causando daños significativos a la parte este de la isla. Apenas dos semanas después, el 20 de septiembre, a las 6:15 de la mañana, el huracán María entraba con gran furia entre los pueblos de Yabucoa y Maunabo, con vientos sostenidos de 155 millas por hora (a tan solo 2 millas por hora de alcanzar la categoría 5, la máxima en la escala Saffir-Simpson). El ciclón dejó un saldo de 2,975 muertes y daños estimados en más de $90,000 millones de dólares. Todo Puerto Rico quedó sin servicio eléctrico y de telecomunicaciones; el 60 por ciento de la población, sin agua potable. Hubo necesidad de alimento, combustible, techo seguro, servicios de salud y educación. Tal fue el impacto que se dice que, tras el huracán, la isla retrocedió 40 años en el tiempo (El Nuevo Día, 2017). Ante estas necesidades, apremiaba el apoyo a las educadoras y los educadores que, a su vez, ofrecían soporte a las familias. Desde esta preocupación, la Dra. Annette López de Méndez, entonces directora del Centro de Investigaciones Educativas (CIE) de la Facultad de Educación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, se dio a la tarea de comenzar un proyecto con el equipo de ALCANZA, destinado a ayudar al magisterio ante este momento histórico, que presentaba un gran desafío.

La investigación

Frente a la crisis humanitaria desatada tras el paso del Huracán María, el Centro de Investigaciones Educativas decidió involucrarse y ofrecer apoyo al sector de servicio que atiende a la niñez temprana. Para comenzar, preparó un cuestionario tipo encuesta, que se distribuyó, a partir del 1 de diciembre de 2017, a todos los centros de cuido y preescolares a nivel de toda la isla. La intención fue conocer y evidenciar el estado en que se encontraban los centros y los servicios que las educadoras y los educadores estaban prestando a la niñez y sus familias.

Los hallazgos revelaron información de 169 centros distribuidos en 58 municipios. Las respuestas arrojaron que el 19 por ciento de los centros participantes correspondían al área de San Juan. Del total de los centros, 59 por ciento eran privados (con y sin fines de lucro). Mayormente, atendían preescolares y maternales; pocos, a infantes o nivel K-3 (el cuestionario no preguntaba, específicamente, acerca de las cuidadoras o cuidadores que atendían a niños y niñas en sus hogares). El 79 por ciento indicó que, a la fecha de contestar la encuesta, operaba de manera regular o parcial. La mayoría (72%) había sufrido daños estructurales o pérdida de equipo, materiales educativos y de oficina.

En términos de la matrícula, 82 por ciento de los centros reportó haber experimentado una merma de entre tres y nueve estudiantes por centro debido a que las familias emigraron fuera de Puerto Rico. En cuanto a recursos humanos, informaron haber perdido entre 1 a 33 empleadas o empleados por centro, mayormente a consecuencia de la reducción de matrícula (40%) o por renuncia (34%), al ser personas que, igualmente, decidieron irse del país.

Entre las mayores necesidades que los centros reportaron estuvieron: reparaciones a la estructura física (61%), falta de un generador de electricidad (56%), filtro de agua (35%), materiales y libros (38%), y mobiliario (33%). En cuanto a las necesidades relacionadas al desarrollo profesional, indicaron que les convenía recibir adiestramientos en el manejo de las emociones (82%), salud (40%), estrategias para fortalecer la comunicación (40%) y la creatividad (36%).

En lo relativo a las familias de los centros preescolares, consistentemente sus mayores reclamos fueron: la falta de los servicios de energía eléctrica (99%) y agua (53%), al igual que empleo (60%). A la fecha de la administración de la encuesta, solo uno por ciento de los centros indicó que había observado maltrato hacia la niñez, ya fuese negligencia o maltrato emocional (Diálogo, marzo de 2018).

Visión del ciclo de Talleres ALCANZA

Los hallazgos de la encuesta administrada durante los últimos meses de 2017 reforzaron la necesidad de que el CIE dirigiera su atención a los asuntos relacionados con el desarrollo emocional y la comunicación. Aunque sumergidos, aún, en un momento difícil, todo el equipo de trabajo del Proyecto Alcanza acogió la idea con el ímpetu contagioso de la Dra. Annette López de Méndez y su lema: “Ayudar a los educadores es ayudar al país.” En entrevista con el periódico Diálogo (2018) la Dra. López de Méndez indicó: “Entendimos que para poder ayudar a recuperar el país era importante tocar el tema de la resiliencia y utilizar a los maestros como líderes transformadores y capaces de devolverle la esperanza a los niños y sus familias”. Fue por ello que el CIE se encaminó a: “ayudar a los educadores a entender cómo responder a una situación de adversidad y fortalecer la resiliencia en la niñez”.

En poco tiempo, la Dra. López de Méndez, redactó la propuesta ALCANZA: Construyendo la esperanza en la niñez y las familias después del desastre del Huracán María, que sometió a la Fundación Ángel Ramos (FAR) antes de que finalizara el año 2017. El texto de dicho documento ofrece una idea clara de su preocupación por el país y cómo ayudar después del desastre de los huracanes Irma y María:

El propósito de esta propuesta consiste en proveer a los educadores de la niñez temprana una experiencia de desarrollo profesional que viabilice el desarrollo de conocimientos y actividades para apoyar a las familias en momentos de crisis. Se ofrecen 4 talleres, para un total de 17 horas contacto, a 160 educadores de niñez temprana. Los mismos serán ofrecidos en las facilidades de uno de los Recintos del Sistema Universitario UPR (Cayey o Humacao) de manera que al menos uno o varios centros de cada pueblo (Adjuntas, Aguas Buenas, Aibonito, Barranquitas, Cayey, Ciales, Jayuya, Orocovis, Patillas, San Lorenzo) dentro de la zona de desastre identificada por FEMA, que podían ser beneficiados. (Formulario de propuesta especial para la Iniciativa Preescolar, enero – verano, 2018)

La FAR no tardó en aceptar la propuesta, y a inicios de 2018 comenzó el reclutamiento de las educadoras y educadores que recibirían estos talleres especiales. Las personas seleccionadas provenían de los pueblos ubicados en la región declarada como zona de desastre, definida según los criterios de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés). La invitación se realizó de manera que los centros registraran su personal como equipos, compuestos por: directora o director, docentes, asistentes y, al menos, una o un representante de las familias (siempre que fuera posible). Los talleres transcurrirían en jornadas sabatinas durante el mes de febrero, impartidas desde las facilidades del Recinto de Cayey de la Universidad de Puerto Rico —el más cercano a los pueblos ubicados en la zona de desastre—, en el horario de ocho de la mañana a una de la tarde.

El equipo a cargo de implementar las actividades estuvo compuesto por Annette López de Méndez, como directora; Zorivette Meléndez-Serrano, como ayudante administrativa; las profesoras de la Universidad de Puerto Rico Wanda Figueroa-Fuentes, Germie Corujo-Martínez y María de los Ángeles Agrinsoni-Malavé; el profesor Rafael Ortiz-López; Amílcar L. Rivera-Marrero, como técnico audiovisual; Chamary Fuentes-Vergara, como evaluadora; tres monitoras, y dos estudiantes subgraduadas, que estarían encargadas del reclutamiento, la recopilación y el registro de datos, el seguimiento y la coordinación de las visitas de monitoreo. El proyecto diseñó una serie de presentaciones para los talleres, además de diversos materiales escritos. Estos últimos, específicamente, constaban de folletos que resumían los temas principales para enriquecer los conocimientos impartidos durante los adiestramientos.

Los temas desarrollados fueron:

Tabla 1

Temas y talleristas para las jornadas sobre resiliencia del Proyecto ALCANZA

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En fin, los talleres giraron en torno a la importancia del desarrollo socioemocional y la resiliencia en los niños y niñas preescolares como medida para fortalecer la confianza, la autoestima, el apego y los vínculos familiares hacia la escuela. Uno de ellos, además, modelaba estrategias de enseñanza basadas en la construcción de narrativas (orales, pictóricas, fotográficas y escritas) que promovieran la expresión de los sentimientos para reconfortar a la niñez después de un desastre. En términos generales, las metas consistían en aumentar los conocimientos de las personas participantes en torno a los efectos que pueden tener los desastres naturales en las vidas de los niños y niñas de edad temprana; así como enfocar la familia como eje central en el proceso de cambio y apoyo, y como colaboradora con la escuela y la comunidad para fomentar el bienestar de la niñez. La Dra. Méndez recalcaba:

Para impactar a la niñez debemos primeramente fortalecer a los adultos a cargo. Son los adultos los que primero deben conocer, desarrollar las destrezas y actitudes necesarias relacionadas al concepto de la resiliencia, para luego poder ayudar a los niños. En el caso de nuestros talleres, partimos de la premisa de que los educadores compartirán con las familias las estrategias aprendidas, haciendo claro que los padres y las madres o cuidadores de la niñez sirven de modelo positivo para ellos. (Diálogo, 2018)

Finalmente, la persona a cargo de la evaluación y el equipo de talleristas diseñaron el instrumento de visita de monitoreo, al igual que las pruebas de conocimiento, destrezas y actitudes. La primera se encargó de realizar el análisis de los datos de la preprueba y posprueba, así como de los procesos de análisis de las visitas de monitoreo. Estas últimas tenían el objetivo de observar cómo las personas implementaban los conocimientos adquiridos durante los talleres en sus lugares de trabajo, determinar sus necesidades y ayudarles a auscultar posibles recursos en sus comunidades. Las monitoras realizaron tres visitas de dos horas a cada centro asignado.

ALCANZA y Puerto Rico a nivel internacional

Luego de culminado el ciclo de talleres de ALCANZA, la Dra. Annette López de Méndez sometió un resumen con la intención de presentar una ponencia en la Convención Anual de la National Association for the Education of Young Children (NAEYC). El evento se celebraría del 14 al 17 de noviembre de 2018, en el Washington Convention Center, ubicado en Washington, D.C. Su deseo era compartir las historias de las educadoras, las familias y la niñez en Puerto Rico tras el paso de los huracanes Irma y María. La acompañarían las colegas Germie Corujo-Martínez, Wanda Figueroa-Fuentes y María de los Ángeles Agrinsoni-Malavé (esta última de manera virtual), como parte del equipo de ALCANZA, y la Dra. Wanda Pacheco-Bou, como representante de la Fundación Ángel Ramos. La presentación, titulada “Vino el viento y se fue la luz: Experiencias para desarrollar la resiliencia en la niñez temprana”, tuvo lugar el sábado 17 de noviembre.

El jueves, 15 de noviembre de 2018, durante la mencionada convención, el grupo de interés de Diversidad y Educación para la Paz de la NAEYC otorgó a la Dra. Annette López de Méndez un reconocimiento por la labor realizada en Puerto Rico a favor de la niñez temprana. Su misma trayectoria de vida es un ejemplo de resiliencia para todos. Su valentía para defender los valores que acogen la justicia, el respeto, el compromiso y el amor por la niñez, las familias, las educadoras y los educadores permea en cada centro que ha participado de los talleres ALCANZA. Por eso y más, le estaremos profundamente agradecidas y agradecidos.

Referencias

Diálogo. (2018, enero 15). Centros preescolares batallan para reponerse luego del huracán. https://www.uprrp.edu/2018/03/proyecto-alcanza-fomenta-la-resilien-cia-para-subsanar-situaciones-emocionales-luego-de-los-huracanes/

Kassow, D. Z. (2006). Children and disasters: What you need to know. Parenting Counts, Talaris Institute. https://www.parentingcounts.org/development/children-and-disasters-what-you-need-to-know/

Figueroa Fuentes, W. (2022). Material sin publicar como parte del curso EDPR 4137.

Madrid, P. A., Grant, R., Reilly, M. J., & Redlener, N. B. (2006). Short-term impact of a major disaster on children’s mental health: Building resiliency in the aftermath of Hurricane Katrina. Pediatrics, 117, S448-S453.

El Nuevo Día. (2017). María, un nombre que no vamos a olvidar. (Cobertura especial). https://huracanmaria.elnuevodia.com/2017/